jueves, 7 de febrero de 2013

LA RECONQUISTA Y LOS ORÍGENES DEL CULTO MARIANO EN TRUJILLO

Un altar de sacrificios de la segunda Edad del Hierro en Trujillo

José Antonio Ramos Rubio | Cronista Oficial de Trujillo 

Las tierras que actualmente forman las provincias de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C.  el cambio de era una serie de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y creencias religiosas. Esa identidad fue reconocida en los textos de los escritores griegos y romanos con el nombre de Vetona, región de los pueblos vettones. A este período se le conoce como la Segunda Edad del Hierro, época en la que la población comenzó a protegerse por los continuos enfrentamientos bélicos, construyendo murallas, torres y fosos, conocidos como castros o fortificaciones situados en cerros altos y en la confluencia de varios ríos. Podemos citar, los castros-ciudadela de la Villeta del Azuquén, Villasviejas del Tamuja (excavado por doña Francisca Hernández en el año 1989); el castro de la Coraja en Aldeacentenera (excavado por los profesores José A. Redondo, Julio Esteban y José Salas entre 1984 y 1991); y otros como el Cerro del Castrejón, la Burra y el Pardal. Ya lo dijo Estrabón en el siglo I a. C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples». Estrabón (3, 3, 6).

Eran pueblos dedicados a la agricultura de tipo cerealista de secano, con distintas variedades de trigo y cebada muy resistentes al clima frío y seco de invierno en la tierra trujillana y, caluroso en verano, con el complemento de legumbres y bellotas, también utilizaban la miel para endulzar los alimentos. Son muchos los molinos de piedra localizados en Trujillo, de tipo rotatorio o circular que gira sobre un eje central, empleado por los vettones para obtener harina, a partir de trigo y bellota.
El principal medio de vida de los vettones fue la ganadería, básicamente cabras, ovejas y cerdos que aportaban más calorías en la alimentación diaria. El hierro se convirtió desde el siglo IV a. C. en el material estándar para la fabricación de útiles y armas.
La comarca de Trujillo es una excelente cantera para la obtención de piedra, para poder construir murallas o viviendas. Grandes planchas de granito se aprovecharon siguiendo las vetas naturales, rompiendo con cuñas bloques regulares.
La labra de molinos circulares de dos piezas fue otra de las actividades cotidianas. En los cuales el grano de cereal se trituraba y transformaba en harina para poderlo consumir diariamente.


Tanto los vettones como los pueblos celtas en general, rendían culto a los dioses en altares de sacrificio de piedra en lugares al aire libre. En la cerca de las Calderonas, a dos kilómetros de la ciudad de Trujillo por la carretera de Madroñera, una zona muy rica en yacimientos arqueológicos, nos encontramos con un posible altar de estas características, un monumento donde se ha trabajado la piedra a conciencia para tallar unas escaleras y cercana a ellas una cubeta donde posiblemente tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona de las Calderonas constituye un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados producen un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando promontorios con frecuentes abrigos. Como ocurre en la Ciudad Encantada de Cuenca, el recorrido de todo su paisaje con detenimiento constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la antigüedad y a sus enigmas, en la mayoría de los casos producidos por la imaginación.


Este artículo ha sido tomado de "La Opinión de Trujillo". Para leer el artículo completo, pinche en el siguiente enlace:
http://www.laopiniondetrujillo.com/opinion/jose-antonio-ramos-rubio/un-altar-de-sacrificios-de-la-segunda-edad-del-hierro-en-trujillo/20121126125846000356.html







SAN VALENTIN


miércoles, 6 de febrero de 2013

The Storks (ciconia ciconia) have arrived to our Country Inn, FINCA SANTA MARTA in Trujillo, Spain.

As every year a couple of storks has reached the bell of Finca Santa Marta. Here they will have their babies, which will be fed by their mother in a nest that can reach 500kilos weight.
Each year the female can lay one clutch of usually four eggs, which hatch asynchronously 33–34 days after being laid. Both parents take turns incubating the eggs and both feed the young. The young leave the nest 58–64 days after hatching, and continue to be fed by the parents for a further 7–20 days.

 

domingo, 3 de febrero de 2013


In Portugal, Taking a Long View on Cork

ESTREMOZ, PORTUGAL — We spent Christmas in a cabin on a hillside in the cork oak forest that clothes much of southern and central Portugal. We hiked along streams awakened by the winter rains. After dinner we walked under shockingly bright stars, undimmed by light pollution, listening to owls and the tinkle of bells from goats.
A blog about energy and the environment.
Cork oaks, we realized, are the heart of a landscape that while extensively adapted by humans is nevertheless an ecological marvel.
“The cork oak ecosystems have high biodiversity of plants and fauna — the highest in Europe and one of the highest in the world,” said Luisa Ferreira Nunes, a forestry expert at the agriculture school of the Polytechnic Institute of Castelo Branco in Portugal.

For centuries, cork oaks (Quercus suber) have been widely cultivated in Southern Europe and North Africa for their thick, spongy bark. They are handsome evergreen trees, often covered with silvery lichen, that resemble the live oaks in the American South.
Cork oaks are well adapted to hot, dry weather. They create a rich habitat in what otherwise would be a near desert. These southern forests look somewhat austere, but they have thousands of plant species, including orchids, as well as exotic birds like hoopoes with big orange crowns, and griffon vultures.
The trees also provide well-paid work for people living on farmsteads and in scattered hilltop towns. Each of these places in the Alentejo region, like Estremoz and Elvas, has its own medieval fortress and a market square with restaurants that serve local fare like stewed pork with clams, and garlic and bread soup.
Every 10 years, foresters strip off the outer layer of bark with short-handled axes. The trees are left with bare, reddish trunks where the bark was shorn. But if the work is properly done, the bark grows back so it can be harvested again in a decade. White numerals are painted on the trees as reminders for when their next turn comes up.
Philip Mollet, who manages the 540-hectare, or 1,334-acre, family cork farm where we stayed, hires a crew of eight every summer to peel about 10 percent of his trees. Over 10 days, they usually produce about 45 tons of bark(...) 

This article has been taken from NEW YORK TIMES, 
If you want to read the full text click the following link: 
http://www.nytimes.com/2013/01/24/business/energy-environment/24iht-green24.html?_r=0